Cuentos Clásicos Dominicanos: Bolitas adivinadoras

Cuentos Clásicos Dominicanos: Bolitas adivinadoras

Hoy KeDificil da la bienvenida a un nuevo vago colaborador que semanalmente estará analizando y recordando una serie de cuentos muy viejos, los cuales se interpretan de maneras muy diferentes durante las distintas etapas de la vida. Como siempre, para procesar esto les exhortamos tener una mente abierta, no ver telenovelas, rechazar cualquer reality show gringo y mucho menos admirar una película de Archie López/Robertico. En caso de que se estén preguntando el por qué de estas recomendaciones, pues… lo antes mencionado simplemente atrasa el intelecto y puede afectar su capacidad de análisis ante el tema en cuestión.

Sin más «plepla», con gusto presentamos la primera colaboración de Ariel Santana, Stand Up Comedian (porque hay vainas que hay que decirlas en inglés pa’ que suenen bien) del Colectivo de Comedia «La Guagua».

-Jp-

Bolitas adivinadoras

En tiempos como estos, en los que existen muchos vagos que se dedican a buscar cuentos en internet y enviarlos como broadcast a través del BB Messeger, se nos hace difícil a los comediantes intentar «vivir del cuento», ya que lo importante del humor es la sorpresa y la novedad del chiste. ¿A quién rayos se le ocurre hacer un cuento que todo el mundo se sabe? ¿Cuál sería el estúpido que gastaría su tiempo escribiendo o haciendo un show sobre chistes archiconocidos?

Comenzando esta serie de cuentos clásicos, vamos a hacer un análisis sobre uno de los primeros cuentos que me aprendí (Bueno, en realidad no sé cual me aprendí primero si este o el de “voy a acabar con los apagones”). Creo que este me lo contaron a la edad de 4 años y no tardé nada en aprendérmelo de memoria. El cuento se titula «Bolitas adivinadoras». De seguro que usted como buen dominicano lo ha escuchado y probablemente al igual que yo, lo escuchó siendo un niño. Si no lo conoce, no se preocupe, usted no es culpable de no haber tenido un cassette del Grupo Explosión o un primo plebe.

La premisa de este cuento es sencilla, se trata de un hombre que no tenía dinero ni trabajo (se nota que el cuento es viejo, pues cuando uno escucha al presidente actual hablando, entiende que el desempleo y la pobreza son cosas de cuando Hipólito y Balaguer). El pobre hombre, que es todo un creativo, pues la pobreza nos convierte en genios, decide hacer bolitas de mierda para venderlas. ¡Wow, que maravillosa idea! Intentar venderle mierda a la gente sólo se le puede ocurrir a un genio superdotado, a un chino o a un político, sin embargo se le ocurrió a un dominicano pobre.

Recuerdo que cuando niño, sólo con el hecho de escuchar la premisa del cuento, yo estaba muerto de la risa, pues si hay cosa que hace reír a un niño es oír hablar de mierda y de pedos. Los niños tienen la maravillosa capacidad de simular un pedo con la boca o con las axilas (práctica debería ser considerada patrimonio cultural de la humanidad) y reírse a carcajadas de sí mismo por haber logrado dicha hazaña.

El hecho de imaginarme a un hombre tomando su propia materia fecal de a poquito y flotarlas suavemente para hacer bolitas con ella no me provocaba en aquel tiempo el asco que me provoca ahora. Me causaba más bien mucha risa.

El tipo, toma sus bolitas y las pone en una bandeja y sale a venderlas… Tengo que confesar que durante mucho tiempo desconfié de todo dulce redondo se que vendiera en bandejas, pues no sabía qué tan desempleado y sin dinero podía ser el vendedor.

El tipo iba pregonando «Bolitas adivinadoras! Bolitas adivinadoras!». Toda trampa para convertirse en verdadera trampa necesita de un estúpido que caiga en ella. A veces consigues a un estúpido, a dos, a tres o a dos millones trescientos veintitrés mil cuatrocientos sesenta y uno (para un 51.21% del electorado). En el caso de este cuento el estúpido aparece de inmediato. Nunca antes un vendedor de mierda había tenido tanto éxito. Ni siquiera cuando inventaron el refresco Mirinda. Este tipo no lleva ni una cuadra caminando y de inmediato encuentra un cliente, el cual le pide una bolita para ver si logra adivinar algo. El fin justifica los medios: Este tipo no pregunta de qué rayos son las bolitas, lo que le importa es que son adivinadoras. Al dominicano le encanta adivinar, le gusta saber el resultado antes de que las cosas sucedan, por eso cree en firmas encuestadoras, en las encuestas a boca de urna y en Cristian Casa Blanca.

El cliente paga por la bolita, la toma y le da una mordida. La queja no se hace esperar. «¡Coño, eso es mierda!» y el vendedor con cara de troll le dice «¡Ya comenzaste a adivinar!» y al caminar sigue vociferando «¡Bolitas adivinadoras!»

El final del cuento parece un sketch de Balbuena en el Show del Mediodía (una costumbre que actualmente sabe igual que las bolitas).

Moraleja del cuento

«¡Que ganas de sacarle a todo una moraleja!» – Decía Alicia en el País de las Maravillas. La moraleja principal es que no todo lo que brilla es oro, no todo lo plateado es plata, no todo lo que tenga computadoras es un centro de cómputos, pero…

Ariel Santana – @relsantana
Stand Up Comedian
Colectivo de  Comedia «La Guagua»

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